Cuentos Act


 EL GUSANITO QUE SE PERDIO EN LA MANZANA




Había una vez un gusanito que vivía en una hermosísima hoja de repollo. La hoja de repollo era verde y blanca. Y el sol calentaba todo el día a la hoja y al gusanito. La mamá del gusanito le había dicho un día: -Si alguna vez tienes hambre, puedes trepar por ese manzano y comer de una manzana pequeñita, pero que sea muy pequeñita, porque sino...
Es un día de primavera.  Hace mucho sol. Y el gusanito tiene mucho, mucho hambre.¡Rap...rap...rap...!, va trepando por el tronco del árbol y en un momento está rodeado de manzanas. -¡Aquí hay una redondita y muy amarilla, muy pequeñita! -¡Allí hay otra también redondita, amarilla y colorada, bastante gordita! -¡Y más lejos hay una redonda, gorda y colorada, grande, grande...!
Y el gusanito empieza a morder, a morder la manzana coloradota, sin acordarse nada, nada de lo que le había dicho su mamá. ¡Ñam, ñam...! va comiendo.  ¡Ñam, ñam...! y en la manzana se va metiendo.  ¡Ñam, ñam...! va comiendo.  ¡Ñam, ñam...! y en la manzana se va metiendo. ¡Huy, qué rica sabe! ¡Huy, que rica está! ¡Huy, que el gusanito ya no puede más!
Entonces quiere otra vez salir al tronco, otra vez al sol, otra vez al calorcito del huerto y su hojita de repollo. Pero...¿Por dónde se sale de esta manzana tan grande? El gusanito da vueltas y vueltas y no encuentra el agujerito por donde entró. Sin darse cuenta se va metiendo cada vez más adentro, hasta llegar al mismo corazón de la manzana. Y de tanto llorar se queda dormido.
¡Zaz...zaz...zaz...! ¿Qué es ese ruido? ¡Zaz...zaz...zaz...! , y las manzanas van cayendo en un cesto muy grande. Y un hombre toma el cesto bien lleno y lo lleva al mercado. -¡A cuarenta pesos las manzanas! -¡A cuarenta pesos las manzanas! -¡A cuarenta pesos las más ricas manzanas! José y su mamá pasean por el mercado curioseando entre los puestos. José tiene cuatro años, dos ojos redondos que todo lo ven y dos manos gorditas que todo lo quieren. -¡Mamá, mamá yo quiero una manzana! ¡Mamá, mamá esa tan gorda y coloradota! Había sido tan bueno, tan bueno en el colegio, que su mamá se la compró. Y la manzana grande y coloradota se iba haciendo blanca entre los dientecitos de José. Cuando ya casi se la había comido, cuando iba a dar otro bocado muy gordo, el niño oyó una vocecita fina que decía:
-¡No me comas, no me comas, ten cuidadito! Pero bueno, ¿de dónde salía esa vocecita tan fina? -Huy, mamá mira, esta manzana tiene un gusanito. ¡Pero tan hermosa que parecía ! Tira lo que te queda, hijo. ¿Tirarla? Estas mamás no entienden nada de manzanas ni de gusanitos. -¿Puedo llevármela a casa y dejar en el jardín el gusanito? -Bueno... si te parece... -¡Qué susto! 
El gusanito vive ahora en una hojita de rosal. La hojita de rosal es blanca y verde. El gusanito es verde y blanco. Y el sol calienta todo el día al la hoja y al gusanito. A un gusanito feliz que nunca más volvió a comer de una manzana grande, grande y coloradota.